18.10.06

Palíndromos de Todd Solondz

Dirección y guión:Todd Solondz
País: USA
Año: 2004
Duración: 100 min
Interpretación: Matthew Faber (Mark Wiener), Angela Pietropinto (Sra. Wiener), Bill Buell (Sr. Wiener), Emani Sledge (Dawn Aviva), Ellen Barkin (Joyce Victor), Valerie Shusterov (Judah). Richard Masur (Steve Victor), Hillary B. Smith (Robin Wallace), Danton Stone (Bruce Wallace), Hannah Freiman (Henry Aviva), Jennifer Jason Leigh ("Mark" Aviva), Sharon Wilkins (Mama Sunshine Aviva)
Producción: Mike S. Ryan y Derrick Tseng
Fotografía: Tom Richmond
Montaje: Mollie Goldstein y Kevin Messman
Música: Nathan Larson

“La mitad de la gente se ríe con mis películas. La otra mitad se enfada. Y lo ideal sería que hicieran las dos cosas a la vez.” Todd Solondz

Con dos años de retraso ha llegado a nuestras pantallas Palíndromos, el último trabajo del controvertido cineasta estadounidense Todd Solondz. Una vez más, como ya hiciera con su filmografía anterior, se mostrará capaz de consternar, de un modo u otro, a toda clase de público.

Palíndromos trata la historia de Aviva, una jovencita de doce años que cree ver en el hecho de ser madre, la solución a sus problemas emocionales. No tardará en quedar embarazada y sus padres le obligarán a abortar. Tras los traumáticos hechos, Aviva escapará de la casa de sus progenitores y emprenderá un viaje en solitario (de esos que, en principio, te cambia la vida…) por un mundo extraño y lleno de posibilidades.
A menudo se entiende a la obra de Solondz como una radiografía crítica de la sociedad americana (y, por extensión, occidental) y, a su vez, como un paseo por la frontera que separa el drama del humor. Esta definición se queda corta ante Palíndromos, a mí entender, su obra más personal en la que manifiesta una filosofía íntima, intuida pero no desarrollada en sus trabajos anteriores. Es a partir de las constantes del cine hollywoodiense (a menudo, a través de su negación) que el director americano desarrolla su narrativa personal, su poesía propia. Un ejemplo concreto lo encontramos en el uso de la música en la banda sonora, introducida en los momentos dramáticos de la forma más convencional y cortada repentinamente, incomodando al espectador. Es este sentimiento de incomodidad, de desubicación, el que se apodera de la sala durante todo el metraje gracias a una puesta en escena que trata con familiaridad personajes y situaciones vetadas en el cine más al uso.
El viaje de Aviva, como si de un cuento se tratara, será explicado a través de una serie de episodios. El espectador, acostumbrado a los viajes edificantes en los que el personaje da sentido a su existencia, acompañará a la bondadosa Aviva (y parece que para Solondz, la bondad es el resultado del desconocimiento, de la inconsciencia) por unas aventuras que acabarán donde empezaron. Será Mark Wiener, informático y presunto pedófilo de pensamiento determinista, quien, a través de unas palabras que parecen salidas de la boca del propio director, recordará a Aviva su imposibilidad de cambiar. De nada le servirá a la protagonista ser interpretada por seis actrices muy distintas, pues su historia terminará en el punto del que partió, del mismo modo que ocurre con su nombre y con cualquier otro palíndromo (para Solondz, metáfora de la naturaleza humana). En el sinfín de personajes que acompañarán a la muchacha durante su viaje, el espectador intuirá algo muy familiar que no percibe en los héroes del cine convencional. En su ambigüedad existencial, a menudo oculta bajo una férrea doble moralidad, veremos reflejados nuestros miedos más íntimos. Así, esos seres que en un principio se nos antojaron grotescos, nos recordarán nuestra realidad más inmediata. Acostumbrados a identificarnos con personajes ideales que eligen, se transforman y dan sentido a su existencia, Todd Solondz nos despierta de nuestro dulce sueño de libertad echando por tierra los grandes discursos que intentan justificar al ser humano, dotarlo de significado, y recordándonos el sinsentido que nos rodea. Ante semejante drama, tan solo nos queda reír.
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